Testimonio en Pamplona
de Ingrid Palacios, Cecilia Campos y Molly Sánchez, trabajadoras de maquilas en
el Salvador
El
derrumbe de una fábrica en Bangladesh, en 2013, «despertó» a la comunidad
internacional y “parece que elevó” a los medios y autoridades el discurso ético
en la producción textil. Pero después de aquella tragedia, donde murieron más
de 1.000 personas, poco hemos vuelto a ver en los medios de comunicación
relacionado con este tema, a pesar de que cada días mueren miles de personas y
niños por trabajar en condiciones de esclavitud.
Ingrid Palacios, Cecilia Campos y Molly Sánchez
llevan dos semanas recorriendo España para intentar que en los países del norte
«tropecemos» con la realidad. Han visitado,
además de Pamplona, ciudades como
Bilbao, Madrid y Valencia, dando a conocer en qué condiciones trabajan las
mujeres en las maquilas de El Salvador, su país.
Las maquilas son fábricas en las que se producen
prendas que generalmente se exportan, y que se suelen elaborar bajo condiciones
precarias y, muchas, en régimen de esclavitud, sin la garantía de unos derechos
básicos.Se estima que en El Salvador, el país más pequeño de Centroamérica,
operan unas 249 maquilas que emplean a 81.000 personas, el 90 % mujeres. Pero
estos datos no son reales si se tienen en cuenta las cientos de bordadoras a
domicilio „de las que no hay registros„ que producen piezas que posteriormente
se completan en las fábricas.
Cecilia es bordadora a domicilio, además de
promotora, y sus condiciones todavía son más precarias que si trabajase
directamente en la maquila. Sin seguro social, derecho a vacaciones o a fondo
de pensiones, carece de un contrato que le garantice los derechos básicos que
actualmente ella promueve en las comunidades y zonas rurales. Asegura que con
el apoyo de la organización «Mujeres transformando»,a la que pertenece, ha
aprendido a reconocer y reivindicar los derechos laborales de las mujeres que
trabajan desde casa. «Hemos pasado muchos años con miedo, con amenazas,
elaborando para ellos piezas con grandes presiones, sin prestaciones, sin
librar ni los domingos, cosiendo por las noches con una candela porque tenemos
que hacer muchas horas para poder ganar un poquito más», comentó.
Cecilia es madre soltera y tiene tres hijos
pequeños que le ayudan a bordar para poder «alcanzar los 80 dólares» que como
máximo gana al mes. Es su única fuente de ingresos. «Nos pagan entre 1,50 y 2
dólares por pieza, y podemos tardar entre 16 o 18 horas en elaborar cada una»,
afirmó.
Molly Sánchez, abogada de la asociación, afirma
que se relacionan numerosas enfermedades con las condiciones que soportan las
trabajadoras que permanecen en la maquila más de 11 horas sin pausa, para
alcanzar las metas „de unas 2.000 piezas diarias„ que les imponen.
«Tenemos casos de enfermedades musculoesqueléticas, enfermedades de los riñones
por las limitaciones que tienen para ir al baño, problemas respiratorios,
lesiones cervicales y otras patologías», aseguró Molly.
Ingrid, comunicadora de la organización, explica
que las piezas que les pagan a las bordadoras a domicilio a unos 2 dólares,
alcanzan en el mercado precios que rondan los 120. «Las maquilas de El Salvador
producen para empresas que comercializan caro, como Puma, Nike, Lacoste, North
Face, Columbia o Fruit of the Loom», indica.
Y no termina aquí, compañías textiles que confeccionan ropa para
marcas transnacionales en El Salvador son acusadas de aliarse con pandilleros
para amenazar de muerte a los trabajadores y romper sus sindicatos, según
denuncias de personal afectado recabadas por IPS y por agrupaciones
internacionales.
Ingrid, Cecilia y Molly piden el apoyo y la
colaboración para «hacer visible lo invisible» y la voluntad política para
promover un comercio justo y un consumo crítico responsable, denunciando a los causantes de esta
situación. «Llevas un bonito vestido, pero no sabes quién lo hizo ni en qué
condiciones», concluyó.
Las maquilas latinoamericanas no han dejado
ningún beneficio hasta la fecha en el país en el que se instalan; por el
contrario, fomentan la ideología de la dependencia, la sumisión, la esclavitud
y con ello la violencia y la injusticia. Eso es el capitalismo en su versión
globalizada, una forma de totalitarismo que utiliza, agrede y mata a los
débiles para su propio beneficio
El Movimiento Cultural Cristiano lleva casi
30 años denunciando, de forma permanente, las causas de estas situaciones de
injusticia. Y la lucha continúa….