Como cada primer viernes de mes,
el pasado 4 de septiembre, los jóvenes se reunieron con el obispo para rezar
juntos en la Capital de San Fermín. Entre los que se dieron cita se encontraba
Salar, sacerdote caldeo de la Iglesia de Irak que dejó ante los jóvenes el
siguiente testimonio:
Estoy
aquí para hablar con vosotros de la situación de Irak, pero de un modo
diferente porque no voy a hablar de qué han hecho los ISIS, los terroristas,
porque todo eso ya lo sabéis por las noticias en los medios de comunicación.
El
sentido para nosotros nos lo da el hecho de que somos una única Iglesia,
tenemos una misma fe, pertenecemos a Jesucristo a través del Bautismo, esto
significa que cuando nosotros estamos en dificultad, vosotros nos dais la
fuerza, por eso estoy aquí, si no, mi presencia aquí no tiene sentido.
Nosotros,
en estos momentos, estamos viviendo una situación de dificultad. Una situación
que esperamos no llegue a eliminar el cristianismo de Irak. Una tierra que ha
conocido Jesucristo, una tierra que alberga una, dos, tres sedes patriarcales
antiguas del primer siglo. Por eso estoy aquí. Somos un cuerpo, una Iglesia y
la parte oriental… duele. Esto significa que todo el cuerpo tiene dolor, como
dice San Pablo.
Estoy
aquí para hablar de la situación de
Irak, por un lado estoy muy triste y por otro muy contento. Mi alegría viene de
ver que cuando la Iglesia tiene dificultades a causa del yihadismo, los otros
hermanos, hablan de la fe, la fe es la fuerza. Pero también tengo tristeza,
muchas familias cristianas están todavía en la calle porque no tienen nada, han
dejado todo lo que tenían, los han echado. Los jóvenes como vosotros no tienen
un sentido de vida, por lo que la práctica totalidad está dejando el país,
buscan un oficio y refugio en Europa, América, Australia.
Habéis
visto que muchos jóvenes, familias, mueren en el agua, en camiones… están sólo
buscando vivir en paz y vivir su fe públicamente. No quieren más. Los
cristianos no quieren nada del Gobierno, del Estado, quieren vivir su fe,
quieren explicar lo que viven, lo que tienen dentro, y no pueden porque no
tenemos la libertad, no tenemos nada para poder ser fuertes y para poder
evangelizar, llevar a Jesucristo a quienes no lo conocen.
En
medio de todo esto el cristiano ha tenido una fe que les hacía decir: “Todo para ti, nosotros tenemos a
Jesucristo”. Y hoy, todavía, cuando
hablan, después de un año fuera de sus casas, en la calle, sin nada, la primera
cosa que hacen es rezar por los enemigos, como dice Jesús. Entre ellos ha
predominado una cosa, si uno tiene, por ejemplo, un pan, da la mitad a otro. Es
un ejemplo genial del cristianismo que viven allí. Yo he hablado con ellos, mi
familia ha vivido dos días en la calle ¡siete personas en un coche!...
Pero
esperamos que todo esto pase, esperamos que nuestras iglesias y nuestros
pueblos se arreglen, sí. Pero lo que esperamos de vosotros es que vuestra fe
sea fuerte para podernos apoyar sobre vosotros, porque nuestra fe, nuestra
fuerza viene de Jesús, sí, pero a través de vosotros.
Gracias
en nombre de todos los cristianos de Irak, gracias por las cosas que habéis
hecho por nosotros, por vuestra oración, por vuestra cercanía. Vosotros sois
nuestra voz. El Gobierno de Europa, de Occidente, como política, como fuerza
militar, no está haciendo nada… nada. Queremos que vosotros recéis por Irak, y
habléis en nuestro nombre, porque nosotros no podemos más, no nos escuchan; sois nuestra fe y nuestra fuerza, nuestra
voz. Pero esto se da cuando creemos juntos en Jesucristo. No es simplemente
una situación de humanidad, es mucho más, es una situación de cristianismo.
Aquí hay una diferencia porque el
cristiano no puede dormir en paz cuando su hermano está en dificultad. Queremos
que vuestra fe sea fuerte, así vamos juntos, y este es el ejemplo justo para
que la paz sea en nuestro país. Gracias.
Salar ha pasado unos días en
Navarra que culminaron con su participación en la peregrinación a Lourdes que,
como cada año, realiza la parroquia del Corazón de Jesús. La particularidad de
esta peregrinación fue que, con Salar, pudimos rezar en el mismo idioma que
rezaba Jesucristo. Pero lo más importante es que su testimonio nos hace
preguntarnos por la fuerza de nuestra fe.