El 16 de Abril se celebra el Día
Internacional contra la Esclavitud Infantil. No en la fecha en que ha
decidido la ONU que hay que hablar de los "niños trabajadores", sino en
la fecha en la que han escrito la historia los empobrecidos de la
Tierra, auténticos protagonistas de ella. El 16 de Abril de 1995, hace
ahora 20 años, fue asesinado un niño pakistaní cristiano por luchar
contra la esclavitud infantil.

Es
evidente que pese a toda la verborrea, convenciones y tratados
suscritos contra ella, este problema no ha disminuido sustantivamente.
En un reciente trabajo publicado por Voz de los Sin Voz demostrábamos
que la cifra de 400 millones de niños esclavos (frente a los 163
millones de los que habla la OIT) podría resultar conservadora. Pero no
serán portada en ningún gran medio de comunicación mundial ni español. Y
sabemos que si lo fueran, este crimen entraría en vías de solución. La
portada que os traemos en este número lo demuestra.
A
la violencia estructural que ha supeditado el trabajo al capital,
siendo los niños el último eslabón de una cadena de explotación de la
que tampoco están exentos los adultos, se le añaden en la actualidad
circunstancias agravantes.
En
primer lugar, la infancia ha sido una de las más perjudicadas por el
terrorismo especulativo financiero que ha conducido a la denominada
crisis económica. La deuda privada, que ahora es pública, se está
pagando con paro, con subempleo, con el recorte de los salarios y de los
ya escasos sistemas de protección social (y a la infancia) que quedaban
en vigor. Un retroceso en la atención sanitaria, en el amparo a las
familias y a los sistemas educativos, deja en la cuneta a millones de
niños. Europa, especialmente en el Sur, es testigo de este proceso.
En
segundo lugar, la partida de ajedrez geopolítica ha reactivado las
áreas de conflictos y de guerras en muchas regiones del mundo. Las
regiones limítrofes de Rusia, el Oriente Medio y todo el África
Subsahariana y Central, son escenarios macabros de este juego de
intereses de las potencias. También en este caso el balance es aterrador
para la infancia. Sólo en Siria se habla de más de cinco millones de
niños víctimas de la guerra (sin contar los muertos) Recordemos que
detrás de cualquier conflicto armado hay niños huérfanos, abandonados,
refugiados y niños soldados. Todos ellos candidatos a engrosar la lista
de niños explotados en la economía negra.
En
tercer lugar, los niños y los jóvenes están siendo cada vez en mayor
proporción tratados como “mercancías” de los más ignominiosos mercados
canallas que conviven al amparo de los llamados Estados fallidos. El
tráfico de órganos, la trata de personas y la esclavitud sexual se están
cebando en la infancia. Uno de cada tres víctimas de la trata son
niños.
Podríamos
seguir. Podríamos hablar de nuestra complicidad como consumidores, de
cómo hemos aceptado una cultura que niega la dignidad de la persona si
ésta no va acompañada de “tener”. Lo fundamental de nuestra preocupación
no cambiaría.
Hoy,
en este aniversario, conviene además insistir en que sin voluntad
política para acabar con las causas de este crimen, todo lo que se haga
no serán más que encubrimientos de un sistema salvaje contra la infancia
que está concentrando la riqueza mundial en cada vez menos manos. Sin
esta perspectiva de las causas, global, internacional, integral,
acabaremos “regulando” la explotación de los niños, pero no
erradicándola.
Sabemos
que en muchos sectores de la sociedad y de los gobiernos de los países
empobrecidos hay mayor conciencia de este tema. También sobre las luchas
que algunas organizaciones de las que vamos dando cuenta en esta
revista están realizando a favor de la abolición de la esclavitud
infantil. Pero insistimos: sólo desde una cultura de la solidaridad
internacionalista podremos construir un mundo sin niños esclavos. Eso
significa el XX aniversario del 16 de Abril.