jueves, 2 de enero de 2014

Incidentes en una clínica abortista


Leo con pena que una cincuentena de personas increparon, insultaron e hicieron violencia (verbal, alguno también intentó la agresión física a un matrimonio) contra otro grupo de personas convencidas (en su libre opinión) de que el aborto es un mal y que rezaban, como cada mes, un rosario por la vida ante la clínica abortista de Ansoáin. Todos tienen derecho a manifestarse por lo que consideran justo y nuestro arzobispo, que estuvo, también. Sin embargo, cuando para defender lo que sea se recurre al insulto, al intento de agresión o a la violencia, cualquiera pierde su autoridad moral en la reivindicación de su causa. En este caso ha quedado muy claro quién es quién: los ciudadanos provida se comportaron pacíficamente, utilizaron un arma pacífica como es el rosario (que consideran útil en su fe) y expresaron con su sola presencia el rechazo ante lo que entienden legítimamente como flagrante violación de Derechos Humanos del ser concebido y no nacido. Los ciudadanos proaborto, partidarios de la violencia contra el feto, demostraron que también son violentos con las personas más adultas, con lo que, a mi entender, muestran la rabia y la mala uva que llevan dentro, que se manifiesta en el nulo respeto tanto al nasciturus como a las personas de más edad (las que no piensan como ellos). Cada cual, al desnudo. Pero triste y lamentable actitud la de los violentos en una sociedad que se dice democrática.

Diario de Noticias / Miguel Ángel Irigaray