martes, 24 de enero de 2012

La riqueza de la Iglesia

Solo el trabajo produce riqueza. Los diamantes y la más sofisticada computadora adquieren valor gracias al trabajo del hombre que convierte la naturaleza en un bien útil por el esfuerzo solidario de quienes los transforman y de las generaciones anteriores que pusieron en marcha medios técnicos para hacerlo. Que sólo el trabajo produce riqueza es, pues, una evidencia de la realidad y, por ello, un principio fundamental en la Moral de la Iglesia que ha sospechado siempre de quienes se enriquecen con la especulación y ha denunciado la usura y sus abusos. Juan Pablo II lo deja muy claro en Laborem exercens: TRABAJO SOBRE CAPITAL. Porque el trabajo es la persona misma que debe valer más que la ganancia. Porque el trabajo ha creado el capital con el esfuerzo solidario de las generaciones y, por tanto, debe servir a las personas y a la solidaridad que le han dado origen y le hacen fructificar.

Sólo el trabajo produce riqueza. Y así se financia principalmente la Iglesia, con el trabajo gratuito de quienes consagran su vida y dan su tiempo a la comunidad. ¿Cuánto valdrían las catequesis al precio del salario de los profesores? ¿Cuánto costarían los proyectos de desarrollo sostenidos por misioneros que se dejan la vida al precio de los salarios inmorales de los cooperantes oficiales y la burocracia de organismos internacionales? La Iglesia se sostiene con el trabajo gratuito de miles de personas, con el sacrificio de quienes cuidan ancianos y enfermos, de quienes han conservado el patrimonio para que hoy exista el desarrollo a base de turismo, con obispos que cobran menos que un administrativo del Ayuntamiento. Gracias a ello la Iglesia ahorra muchos millones al Estado con los servicios sociales, culturales y educativos que presta. El trabajo gratuito es el principal sostén de la actividad de la Iglesia y de su aportación a la sociedad, y así debe ser, pues es parte del sacrificio redentor de Cristo; de cara a evangelizar, lo único dotado de fecundidad. ¿Somos conscientes?

Elena García

Movimiento Cultural Cristiano

*Articulo publicado en "La Verdad", revista semanal de la diocesis de Pamplona