jueves, 27 de octubre de 2011

Educar en la perseverancia

Nuestra sociedad de hoy no nos da muchos estímulos para perseverar, salvo que sean por alcanzar metas como la riqueza, la fama, el poder, etc. que son valores incompatibles con el mensaje cristiano. Por el contrario, la perseverancia para perdonar y ayudar siempre al prójimo, cultivar los valores del Evangelio mediante el seguimiento a Jesús y sus enseñanzas, ser coherente con la propia fe, etc., es menospreciado y ridiculizado por muchos sectores de la sociedad.

Además, la perseverancia choca con un concepto muy extendido socialmente que consiste en valorar solamente aquello que suponga el éxito inmediato con el menor esfuerzo posible. Lamentablemente, esta mentalidad de conseguir todo con el mínimo esfuerzo ha influido muy negativamente en nuestros jóvenes, y de manera acusada en el rendimiento escolar donde un alto porcentaje (próximo al 30%) de los estudiantes jóvenes abandonan los estudios sin haber terminado el nivel secundario de enseñanza.

¿Qué podemos hacer los padres para inculcar la virtud de la perseverancia? Ante todo, ofrecerles el ejemplo de Jesucristo, los Apóstoles y los santos que supieron perseverar en sus vidas a pesar de numerosos obstáculos y la incomprensión. Todos ellos tenían un objetivo claro (cumplir la voluntad de Dios) y no vacilaron en dedicar todos sus esfuerzos y tiempo para avanzar en el camino de la perfección personal practicando las virtudes cristianas. Eran conscientes además que en muchos casos su trabajo y sacrificios no darían fruto hasta después de su muerte.

Por otra parte, la perseverancia nos enseña a apreciar los pequeños logros de cada día en nuestra vida cristiana que a menudo pasan inadvertidos para los demás. Pero un verdadero cristiano no actúa buscando el reconocimiento personal, sino para dar testimonio de su fe y colaborar con los planes amorosos de Dios para la salvación de la humanidad. Una buena lección de los padres sobre la virtud de la perseverancia podría beneficiar enormemente a los hijos en el difícil camino de la vida.

Robert Kimball