miércoles, 6 de julio de 2011

El verdadero amor

Vuelvo de nuevo a “La ciudadela” de Antoine de Saint Exupery. Se trata de una obra póstuma. Se publicó en 1948, cuatro años después de su muerte. La novela es inacabada. Son como apuntes que el escritor toma de sus mil variadas reflexiones. No se trata de una novela de acción o de aventura. No hay intriga. No aparecen héroes ni heroínas. Se trata de un texto poético en el que el autor pretende desvelarnos sentidos olvidados o ignorados que pueden ayudar a los humanos a encontrar una felicidad perdida. Son obras para leer muy despacio y con gran atención. No son libros que se puedan leer de una tirada o durante los desvelos de una noche.

“El amor es ante todo audiencia en el silencio. Amar es contemplar. Llega la hora en que mi centinela desposa la ciudad. Llega la hora en que alcanzas de tu amada lo que no es un gesto, ni otro, un detalle del rostro, u otro, una palabra que pronuncia, ni ninguna otra palabra, sino Ella.
Llega la hora en que un solo nombre basta como oración porque nada tienes que agregar. Llega la hora en que nada exiges. Ni los labios, ni la sonrisa, ni el brazo tierno, ni el soplo de su presencia. Pues te basta que Ella sea.
Llega la hora en que ya no tienes que interrogarte, para comprenderlos, sobre este paso, ni sobre esta palabra, ni sobre esta decisión, ni sobre esta negativa, ni sobre este silencio. Puesto que Ella es.
Pero alguna exige que te justifiques. Te abre un proceso sobre tus actos. Confunde el amor y la posesión. ¿Para qué responder? ¿Qué encontrarás en su audiencia? Pedías primero ser recibido en el silencio, no por tal gesto, no por tal otro, no por tal virtud, no por tal otra, no por esta palabra ni por aquella, sino en tu miseria, tal como eres”.


De la columna de Santiago Arellano en el semanario de "La Verdad"